7 de octubre de 2011

Nuestros cuerpos vacíos están llenos de arañas de seda negra



Nuestros cuerpos vacíos están llenos de arañas de seda negra



Poco a poco entramos en espesos abismos de vísceras oscurecidas

Y nuestros largos respiros se resumen en momentos de silencio y

Visiones que no recordamos;

La putrefacción de este lugar nos ahoga en el olvido



Somos el polvo agrio que rezuma nuestro aire,

Somos el espacio carnoso que se hincha entre los dientes.

Somos la suciedad que queda en el camino,



Nos vamos; nos quedamos sentados a la luz verdosa de un viento ponzoñoso

Nos vemos a lo lejos nuestros pasos caminando; nos recostamos somnolientos en el piso cavernoso.

29 de diciembre de 2010

El breve y asombroso viaje del acidoso intelectualoide Pedro de Loquesea.

No era normal; sí, todo quería decir que estaba despegando, yéndose del suelo, tal vez para siempre, como un hombre de arena que nunca volvería a su forma normal.Y Pedro de Loquesea enloquecía sentado en su sucio sillón-cohete marrón, sentía los resortes temblar bajo su espalda, las luces del viento rozar a gran velocidad su negra camiseta estampada de un grupo de grindcore escandinavo que nadie más conoce aparte de él y su grupo de mediocres amigos. ¡Oh, cuántas noches había esperado este viaje, que cada vez más se aceleraba, se hacía más extático y convertía al cielo en las ventanas de miles de alcobas que Godzilla algún día rompería con su grisácea cola de duras escamas! Reía y reía tanto que las paredes de ese pálido verdoso se desvanecían y lo dejaban ver en los zumbantes palabreríos de esos millones de personas con caras planas amarillas que sólo tenían una línea sonriente por boca y dos puntos en sus ojos un Neptuno lleno de colores graciosos. Qué cochino planeta era ese Qué gente extrañas criaturas se deslizaban por su cabeza qué extraño lugar, pero estaba seguro de que era Neptuno, su sillón no podía mentirle, era en el que más confiaba... porque era un cohete; los cohetes parlantes son de fiar.

Zumbaban por detrás de su rostro las palabras de esas miles de personas; él, con los ojos en el culo, disueltos en espesos lagos de tinta negra, gritaba frenéticamente en un espectáculo que nunca antes había podido presenciar. Cruzando los azules vientos de las montañas neptunosas, los blancos cables que sus orejas desprendían danzaban al sonido de una música incomprensible que no valía nada, como él, que sólo era sus palabras refinadas cargadas de su intensa frustración. ¡Pero qué putas, estaba en Neptuno! Cientos de personas neptunianas que no lo distinguían, sólo amarillas caras que caminaban con pixeladas expresiones de dichosas angustias... verdes, rojos, naranjazul... En el fondo de su espina sentía a Yonfredi mirarlo como la trabajadora sexual que era, estúpida manta voladora se iba... Godzilla dejaba en ruinas a la ciudad violeta que no le temía a él, sino al estúpido monstro del calentamiento global. Las paredes verdes de su triste cuarto se ponían en su neptunoso lugar, y las decenas de caras amarillas entraban en la pantalla que sin darse cuenta se volvió a formar... Y, de repente, su mejor amigo dejó de hablarle y no habló nunca más; su sillón se quedaría callado para siempre. Pedro se quitó sus audífonos blancos, su arena se transformó en carne, y miró hacia el simplón techo gris que lo observaba impactado, y sólo pudo soltar dos débiles palabras... "Qué viaje".

30 de septiembre de 2010

...

Supo entonces que no vería más. El suave olor húmedo del suelo callado era lo único que podía advertir.

Cuatrocientas mil ochocientas baldosas subterráneas suenan al paso de quinientos mil trescientos cuatro pies despavoridos en la segunda estación sur. Los grises altoparlantes estallan en los números y las horas, zumban sus estruendos lejanos los neones y sus pálidos reflejos se hunden en el sucio azulado de las paredes quebradas.

6 de septiembre de 2010

Mirreflejoesfelizsinmí.

Hoy simplemente quería eso quería que mi reflejo no me dejara Que se quedara ahí helado sin aliento mirándome fijamente Notando las finas líneas de mis ojos que nadie Nadie ha querido advertir

pero ahora
en silencio
solo el reflejo se viste de un mundo sin mí
le gusta
y verdes cielos de colinas púrpuras le gusta dormir

sin mí

saborea el tiempo de mi ausencia
dibuja su cuerpo inquietantes
colores intensos ácidos naranjazul

y yo quería que se quedara
vomitando mi vida gris

Mirreflejoesfelizsinmí.

15 de agosto de 2010

Gotas de alcohol.

Y sobre sí mismas el mundo se miraran
Gustaban escupir cenizas lo que los buenos idiotas quieren besar
Querían volar y volarlo
querían mirar las curvas prolongaciones que de sus dedos prolongaban
sentarse y vaporizar sus gargantas
sentarse desnudas en las esquinas vacías y el olor reflejado de baldosas

Se arrastraban despaciosas por el cristal

Ellas su pelo de cobre vaciaban sus intestinos violeta
y en burbujas plateadas flotaban hacia la aurora

en la mañana
ellas láminas de lluvia fina caían exhaustas a dormir

Dormir

29 de julio de 2010

Querer

En el sucio y pálido azul de una cafetería, querer sus ojos blancos rodeaban las pestañas . Gustaba entonces acariciar sus grises plumas bajo las mesas y querer derrochaba la lluvia en su mirada. Querer harta de soles jóvenes imberbes prueba sigilosa los colores ancianos, oculta pasiva sus aleteos incesantes y su lengua coral se arrastra en las migajas. Querer amaba odiar lo que antes la hacía suspirar.
Y empapada de olor tostado, gris se pierde en el cielo a sonreír.

18 de julio de 2010

Dos puntos paréntesis de cierre.



Le gustaba fingir estar vivo. Por un diminuto hueco en el suelo, recostado sobre la tierra húmeda y pastosa, miraba maravillado las estrellas. Le gustaba imaginar que, por un instante, tenía los labios descosidos y sus ojos envueltos de brillo brillante, como hermosos son los azules estelares que lo fascinaban al contemplar. Pero, a pesar de deleitarse
por un diminuto hueco en el cielo,allí yacía, inerte, tan muerto como lo debía estar.

Ya no lo recordaba. No sabía si murió de cáncer pancreático, de angustia o, simplemente, de risa. No lo sabía ni le interesaba saberlo, sólo le intrigaba el recordar lo que habría sido estar vivo una vez. Y allí, como los desagradables insectos que desgarraban lo que le quedaba de piel, recorrían estos extraños pensamientos su cabeza sepultada. Y estremecía sus entrañas vacías con el latir de un corazón inexistente, pero que, sin embargo, estaba allí, desafiando los intensos silencios sepulcrales.

Era feliz.

Sonreía y volvía a morir.




11 de julio de 2010

Música a la luz del Mediodía


Salían de su cuerpo despavoridas flores monstruosas mutantes y me ahogaba cada sucio mediodía con sus horribles perfumes de puta citadina Cada sucio mediodía luminoso en la podrida montaña de aluminio los cochinos rayos me penetran y mil grillos autómatas de mierda retumban mis oídos Donde hieden mis dedos a colillas húmedas no se puede levantar ni mi despreciable mirada a verla vestirse otra vez


Todos mis pensamientos comprimidos en una puta botella de cristal que rechina y se desportilla al fondo de las botellas donde siempre amanece y la luz recorre sus estúpidos hombros Sus hombros sus hombros siempre me gustaron la odio la detesto pero sus lisos hombros son lo poco que me hace suspirar Ah yo quería sentarme a pintar mi vida sus hombros sobre su camisón raído Ah yo quería jugar a las noches de luna llena y a las palomas del alba oír Pero se va se va y me deja solo la muy zorra

Zas cerró la puerta serró las delicadas setas de mi jardín basural

A la puta luz del mediodía

30 de junio de 2010

La renuncia.

Sabemos muy poco y, la verdad, tampoco podemos hacer mucho. Los casos nos están llegando desde las trece. Puro caos capitalino y la noche se cubre con las luces desesperadas de las ambulancias, el asfalto mojado y los perros sentados en los portones de las farmacias. Sucedieron las cosas muy rápido, los teléfonos de emergencia parecen ya estar saturados. Dulces sueños oyendo las gotas caer en la ventana. Arropado y encogido, todavía vestido con su ropa de trabajo. Cayó rendido sobre su cama, exhausto, después de un día horrible. Los centros de contagio que hemos identificado -pubs y discotecas de toda la ciudad- ya están siendo sellados. Duerme tranquilo, sólo siente no estar ahí, ahí con sus pies destapados, con su traje desteñido y su pelo alborotado. Esperemos que no se extienda más.

¿Síntomas? Calor corporal elevado siete grados por encima de lo normal, convulsiones permanentes y risas descontroladas. Se despierta súbitamente, el teléfono suena. Contagiosa es, pero no sabemos cómo se contrae; no notamos cambios físicos, sólo ríen como locos. Su mirada da vueltas sobre el techo, prefiere no levantar el teléfono. Da un vistazo a la ventana, llena de gotas que bajan despaciosas. Es que no es una fiebre, una fiebre no es así. Las luces recorren la sombra del cuarto, pasan veloces sobre la pared, mostrando su silueta encorvada y los calendarios en la repisa. ¿Preocuparnos? Tal vez. Las risas saben enloquecer .Siempre han dicho que la risa es contagiosa, pero esto es macabro ¿sabes?.

Transmisión en directo y sin pausas. Seguimos la noticia, vayamos a la zona de cercamiento. Perdió el sueño. Como se puede ver, la zona está repleta de grupos de socorro y personas desalojadas. Podemos oír cómo se extendió la risa por todo este edificio. Señor Coronel, ¿qué harán para controlarla?. Vivir, vivir y despertar y seguir viviendo nada. Sellaremos todos los edificios de la zona hasta que sepamos cómo tratarlos. Mientras,pedimos que no se acerque gente. Se levanta ,camina hacia la repisa y mira el calendario. Van más de veinte días igual, sin ver a nadie, sin sentir nada. No sé cómo se ha esparcido, los contagiados ni siquiera se mueven de su lugar, no notamos nada en el aire, nada en sus cuerpos. Los perros se recuestan a dormir bajo los portones de las farmacias, la ciudad se envuelve en sirenas. ¿Qué tiene de grave? Pues que morirse de risa será literal.

Muchos curiosos han llegado a la zona de cercamiento. Los cuerpos de socorro también siguen llegando. Enciende la luz fría del baño y mira su cara en el espejo. ¿Pánico? Es algo pintoresco, a la gente no le asusta eso. Se sienta sobre la porcelana. No es algo duro ser tan solitario. Es simplemente vivir y hacerse humo como los demás; lo único diferente es que el humo solitario nadie lo respira. Están desplazando a curiosos y cuerpos de socorro. Al parecer los que han llegado a socorrer se contagiaron. Un olor podrido sale de la cisterna y se extiende por las cortinas. No, es que la falta de pánico es el problema; la gente no se lo toma en serio. Y pronto caen sus ojos ,sus manos, y pronto se recuesta sobre el suelo, y vuelve a sentir lo que no ha sentido en mucho tiempo. La zona de contagio se ha expandido como no creíamos.

Se da cuenta de su vacío, se siente triste y desamparado. ¿Qué nos queda por hacer? No sabemos. Vuelve a sentir desgarrarse y un grito que le dice su vida desperdiciada, su vida entre papeleos y teclas, su vida perdida entre una cuenta bancaria. Se ha extendido gravemente hacia el norte de la ciudad. También nos han llegado reportes de casos en el sur y a las afueras. Nada por hacer y sólo callar y comerse callado y con los ojos en el suelo. ¿No pediremos que Dios nos ampare?¿No correremos y temeremos hasta el fin de los días?. Y de pronto abre sus ojos y quiere ,entonces, acariciarse de lluvia y de juegos y de sonrisas y de niños saltando charcos y un mundo de dientes de león volando a su alrededor. Perdimos contacto con la zona de cercamiento. De pronto las sirenas callan y los perros sólo oyen gritos y risotadas.

Y sí, ya sabemos por qué se ha esparcido de esa manera. Y se levanta del suelo y se quita la corbata. La gente sí quiere contagiarse. Quiere renunciar a su vida y sólo reír, reír. Baja y disfruta cada escalón en el edificio, baja y siente los dientes de león rozar su cara y su sonrisa y ríe, ríe. ¿La cura? No sé. ¿Prevenirla? No renunciar al dolor.

La ciudad es una carcajada. Cerrada transmisión.

28 de junio de 2010

Hoy.



y a la lluvia Yo quería vivir sin vida
a cada hoja rota un día y una noche
susurré cuánto me importaron

y a la tinta si Yo callé un destello
me aleja el mundo y de silencio

lunas impredecibles

tenía ganas de ser ayer


22 de junio de 2010

Bajo los suelos miran mis pies suceder adoloridos.

Bajo los suelos miran mis pies suceder adoloridos,
y me rozan sus risas mis oídos tormentosos. En diminutos cojines
se retuercen sus placeres, y más al fondo de los suelos oyen mis manos gemir.
Sin tiempo y sin sentido,
simplemente envuelto en la fina timidez del abandono,
mis espesos oscuros silencios eternos y la aguda sensación de no sentir.

Bajo los tejidos de mi espalda se recuestan a ver mis dedos desvanecer...
cada instante agrio...
cada infinito recuerdo de mi muerte...
A través florecen de las ventanas las flores transparentes y de las sombras un fluir,
y mi cielo en velos nocturnos esparcen su escarcha...
y ríen
no callan

¡Nunca más dormiré el dulce sabor de los sueños!

Porque ya no merezco soñar más...
esperar más...
doler más.

20 de junio de 2010

Sonrisas del 25 de Octubre.

Ya no temo ir a estas velocidades.
Pasa como un mundo y líneas de luces al atardecer púrpura. Te digo todo un mundo de sonrisas, y no sé si fingidas. Cómo harías para saber quiénes sonríen de verdad y quiénes no. Yo no les diría nada, todo se ve mejor cuando sonríen mientras yo lo hago. ¿Una media hora , unos quince minutos? No sé, la verdad. Aun así, no creo que falte mucho. ¿Ves ahí?. Cuatro torres de lo más altas; ahí no es. Todo lo contrario, vamos a lo más hondo y profundo: vamos al infierno, o yo voy, por lo menos.

Qué silencio. Mira cómo todos duermen exhaustos, sonrientes, golpeando el vidrio con la cabeza. Querría dormir así ,profundamente, ni siquiera percatarme de mi billetera vacía o de mi pelo despeinado. Pero estoy muy ansioso, y sé que estoy sonriendo por algo muy diferente; no un matrimonio o una lotería, o el sueño de tener una familia bien acomodada viendo televisión. No, no veo las noticias; igual, todo está tan bien, todo en orden, el dinero se puede respirar en sus caras radiantes. Un esplendor inquebrantable. Por qué así, por qué no una vida explosiva llena de emociones inquietantes.

¿Ayer? Digamos que ayer empecé a sonreír, antes me sentía vacío, pero ya sonrío sabiendo qué hacer. Supongo que unas cuatro calles más. Pero no quiero llegar todavía, el cielo está hermoso; las nubes juegan a cubrir el Sol tenue sobre las montañas, todo de muchos colores, colores extraños y también sonrientes. Luego uno mira abajo y... ¿Sabes qué es gracioso? Todos son iguales a los tipos de las vallas: con un pulgar arriba mostrando hasta las muelas. Y sonrío porque me di cuenta de que me cansé, me cansé de esa repugnancia feliz. Tranquilo, no, no te sientas culpable, yo también estoy sonriendo, sonriendo horriblemente, pero sonriendo. Mira más bien, ya casi llegamos.

Paramos. ¿Te bajas aquí, en las cuatro torres? Yo también, pero yo voy al infierno. ¿Irás conmigo? ¿No? Yo creo que sí.

Periódico Contemporaneidad.
25 de Octubre.
La noticia que estremeció al mundo.
Un hombre se explosionó en el Banco Central. Cerca de trece muertos y doce heridos, pérdidas incalculables.
Televisión de media noche, programa de opinión Información sin Límites.
"Y así termina nuestro mejor año fiscal. ¿Usted qué opina, profesor Ospina?."
"Opino que estábamos lo suficientemente felices hasta que esto pasó."

16 de junio de 2010

Tres cuentos cortos y tontos.

Un Claro de Luna.
¿Debussy o Beethoven?
No importa, sólo ponlo.


Es la noche especialmente pálida, en el cielo solo un Claro de Luna inacabable. Y, sobre una pared plateada, unas siluetas se deslizan suavemente ,ponen dinero en una mesa ,miran unas cartas indecisas. Ellas, jugadoras de viernes, no se han sospechado mutuamente en esta noche. Esta noche juegan placenteramente, sin preguntarse nada en sus interiores. Juegan inconscientes del mundo tan espeso en que viven, hoy no juegan por dinero. Sin embargo, no notan la grandiosa singularidad de ese Claro de Luna inacabable que, de acabar, acabaría; pero no para sus ojos en las cartas, no para sus manos heladas y sus bocas fumadoras. Ellas acabarían sin notarlo.

Cof, cof


Y, como ha de suceder con todos los silencios, éste se tornó incómodo. Entonces, como ha de suceder con todos los buenos silencios, éste cayó con una conversación estúpida.
-¿Han visto cómo hacen en los casinos?.
-Hacen qué.
-No hablan para pedir carta ,sólo dan un golpecito en la mesa.
-Es una tontería, una tontería de maricones.

"¡Mataría a esos maricones de los casinos!".
Él, jugador de viernes, después de emitir su desprecio inclemente hacia los jugadores de casino, pone su colt sobre la mesa.

¡Bang!

-Vaya.
-Tenía que ser tonto.
Son ésas... Esas pequeñas, llamémoslas, banalidades: subirse la cremallera del pantalón cada mañana, subir la tapa del retrete, amarrarse los zapatos lo más fuerte posible, ponerle el seguro a la pistola... Esas tonterías que no pasan por nuestra cabeza, que hacemos sin siquiera pensarlo, automáticamente; pero que, si no las hacemos, todo se convierte en una fatal tragedia. Deseas entonces no haber nacido.
-O con los sesos desparramados sobre la pared.
Exactamente.

Se acercan ellos, jugadores de viernes, a mirar sus restos en el suelo. Nada más que su cráneo destrozado y vacío, su traje cubierto en una nube de sangre nauseabunda y su cigarro todavía encendido. Sin embargo, siempre hay algo excepcional en un paisaje tan desolador. Sus cartas están intactas, aferradas con fuerza, sin mancha alguna.
-Cómo es la vida. As y Q; al menos murió feliz y victorioso. Qué suertudo el desgraciado.
-Nos quería sorprender; lástima que la bala lo sorprendió primero.
-¿Lo sacamos y seguimos jugando?.
-Mañana lo recogerán, supongo.
-Muy bien.
Y ellos, ignorantes de noche tan especial, siguen jugando. Deslizan las cartas una por una: ese suave sonido al recibir un nuevo juego, esa pequeña emoción.

Cae la Luna sobre su rostro pálido.
Cae como siempre caerá.

Die Maschinen!.
Die Maschinen.

Ya vienen ,sí, las máquinas a arrasar. Ya vienen con sus temblorosos sonidos inhumanos, con su humo oscuro y maloliente, ya vienen veloces a cerrarnos la garganta. No puedo esperar. Cuánto más las sirenas nos dirán que estamos acabados, que no aguantamos, que estamos vencidos en el polvo sepulcral de esta trinchera. Y ya no te preguntas por los otros, ya no te preguntas qué sucede afuera. Sólo abrazas tu fusil como si tu vida dependiese de ello, como si tu vida fuese un horizonte de destellos y explosiones, como si tu vida se comprendiese en ésos, tus ojos rojizos de ceniza.

-Son los rusos- tu triste ser encorvado en la piedra me susurra, me susurra tiritando. Tienes miedo en tu saliva, miedo en tus lágrimas, sólo quieres ocultarte en este hueco repugnante.
-Marica- y quiero delirar con pólvora liberadora, oler la emoción explosiva, quiero tener un gemido de muerte en mis manos.

¡Bang!

Penetrante.

En mi mira, cada suspiro, cada minuto, cada sensación, acaban de manera inclemente. Y tiemblas, y sólo sabes temblar.
Su casco bolchevique vuela millas, un rojo envuelto en rojo literal. Rojo sangriento, rojo que no entenderás.
-¡Imbécil, nos han visto!.
-A la mierda con tu miedo, Hans.
-¡Alfons, idiota! - te levantas y exclamas apasionado- me llamo Alf...- y las balas sacuden tu cuerpo irritado,las balas desploman tu ira al silencio.

Fatal silencio.

Te llamabas Alfons,mientras pasaban sobre ti las máquinas, mientras los tanques destruían lo que quedaba de Berlín.

Cof, cof

Es como la historia de un durazno ocre y deprimente, solo sobre una bandeja de madera podrida. Un durazno que recuerda cómo se movía con el viento y caía al pasto. Hermoso rodando colina abajo, suculento y vivo, esperando miles de labios y bellas dentaduras, teniendo esperanzas de ser comido y olvidado. Y, recostado sobre la madera, recuerda nostálgico ese instante, ese momento en que estaba en su máxima expresión de duraznidad.

Lo mira fijamente, es un hombre sin rostro comprensible, bebiendo un sorbo tras otro de una botella verdosa, sentado inmutable sobre su asiento y su polvo. Piensa entonces que no lo comerán. Su piel de terciopelo, al pasar los minutos, se hace más oscura; se siente enfermo, con poca vida. Sigue mirándolo, ve en su rostro el placer más placentero. El vino es como una buena canción; llega a un punto de culminación maravillosa, donde las sensaciones se pierden en la eternidad. Y en este clímax inexplicable sus miradas se encuentran, y él, dejando la botella, piensa que es perfecto un durazno así, mirándolo expresivo.

Mira la botella a su lado, mira su fondo seco y su reflejo, ve su tallo en el suelo y su piel oscurecida. Es todo lo que necesito. Naturaleza muerta. Es naturaleza muer...

Ya deja de mirar ese cuadro y decir estupideces, sigamos.
Sí, señor.

14 de junio de 2010

Sangre.

Estaba parado en mi noche solitaria, viendo las gotas caer del borde del edificio. Llovía, llovía mucho. Todo en mi noche estaba lloviendo: llovían las alcantarillas y las ventanas, llovían las voces y las luces pavorosas que salen insomnias a recorrer la ciudad. Pero ,sobre todas las cosas, llovían sus rojos ojos vigilándome, callándome, mostrándome en colores penetrantes todo lo que quiere con una adornada palabra: únete. Unirme... sólo necesitaba pensarlo. Todos los pisos están pintados con su mirada, una mirada sonriente ,casi amenazante.

Y rojo como las vallas paró ante mí un coche. Sabía que era él, todos en esta ciudad carmesí lo saben. Bajó la ventana despaciosamente, para ver sus ojos también rojizos.
-¿Qué haces aquí parado, chico?- me dijo su mirada con voz seca.
-Esperando a que algo ocurra - le respondí, casi ahogándome en las gotas que caían sobre mi lengua-¿Por qué lo pregunta, señor?
-Porque quiero que subas conmigo- y abrió la puerta sin avisarlo.
Subí. Me acomodé. Cerré los ojos.

Sonaba la calle, como cuando hay más agua que asfalto, como veloces son los vientos mojados. Sonaba el motor, rojos y fríos aluminios, como rotos rotores ronroneantes. "¿Nunca lo has pensado?", sus palabras, secas y seductoras, sonaban como aquellos penetrantes colores en las letras, "¿No has pensado unirte?".
- Sí, muchas veces, señor- le contesté con temor, apresurado, con un hilo de voz diminuto.
- Sé lo que piensas, aunque no te diga qué pensar, como a los demás.
Callé por un instante, remordiendo mis palabras.
- A usted no podría mentirle, señor- y abrí mis ojos y miré los suyos- la verdad es que me siento tremendamente solo. Extraño más a las personas de lo que extrañaría a la luz del día, usted me comprenderá.
Y su voz seca- lo comprendo- se transformó en dulce.- Mi empresa no tiene límites, tú me entiendes - y soltó una pequeña sonrisa grave, que correspondí tímidamente.

Cerré de nuevo los ojos.
Cuando no hay nada que mirar, los sonidos caen a tus hombros y recorren las sombras de tu espalda, dibujan leves imágenes con sabores diminutos, que sientes en lo más profundo de tu espina, tu espina de matices rubíes. Saboreé los acantilados citadinos, sentí las avenidas pasar por mis venas, cada diminuta persona pálida rozaba mi piel deshecha.

-¿Lo ves?- me sorprendió su voz.
-¿Ver qué, señor?
- Tu mundo encontrado con el mío- y después de estas palabras abrí mis ojos. Habíamos llegado. Son sus torres, su opulento imperio escarlata, que me vigilaba a cada instante, que sentía mi palpitar extraño.

Abrí la puerta asombrado, nunca vi sus torres tan de cerca. Eran hermosas. Columnas con finos detalles tallados, rostros macabros a la luz de antorchas y neones deslumbrantes; también jardines exuberantes de rosas rojas y doradas, de bellas estatuas mojadas donde el agua se mecía. Pero, sobre todo, me deslumbraba el reflejo rojizo de la Luna entre las nubes, asomándose tímidamente en la tormenta, en el estanque que brillaba al fondo de los caminos pastosos.

Y llegamos a su puerta marrón, grande, imponente. Me sugirió detallar los asombrosos picaportes dorados, sentir sus gruesas chapas, oler su fino aroma a roble, lo que hice detenidamente. Entonces entró por mi espalda el despacioso rechinar de sus manijas; la abrió. Pasillos interminables de rojas puertas misteriosas, paredes adornadas con tiesos paisajes bucólicos y un viento estremecedor saliendo de unas escaleras encorvadas. Era un sitio sumamente hermoso, dorado, inerte.
-¡Hora de comer!- gritó a la infinitud de las salas extendiendo sus brazos al aire. Y me vi sentado a la luz de los candelabros ,esperando sus palabras, mirando disgustado mi sopa y el rojo mantel que se extendía hasta sus brazos. Me miraba, no paraba de mirarme.
- ¿Qué sucede, por qué no comes?.
- Hay sangre en mi sopa.
Y me mostró su colmilluda sonrisa complaciente - hay sopa en mi sangre.

Ahora , ahora soy feliz. Y mis días y noches solitarios se transformaron en el espeso olor de las venas. Trabajo en su empresa, ya su mirada no me amenaza ni me inquieta. La ciudad rojiza se desvanece entre mis sueños, se desvanece en las pálidas voces que recorren mi mente.
Ahora sus ojos son los míos, y ya no necesito pensar.

13 de junio de 2010

La Lúnula.

















La Lúnula y la tranquilidad,
y los selenitas en su orilla mirando el espacio infinito
el tiempo en las estrellas.
En sus cráteres cristalinos es plateado el silencio,
y en las dunas moldeadas por el viento estelar
un bisbiseo como un eco.
Arriba,impasible, un planeta azulón.

En la Lúnula
,en su otra punta,fraguan en hierro estatuas colosales
y excelsos palacios llenos de piedras lunulares
y de hermosa seda espacial; allí está su señor,
aletargado sobre un trono de escarcha,
empuñando un bastón de diamantes y vistiendo blanco un sombrero de copa.
Pero no huele a fábrica o a sudor,
o a sórdidos alientos de avaricia detestable;
la Lúnula no es bursátil ni fabril,
sólo sabe oler a noche y a fría piedra gris.

También, subterráneos,
maquinan máquinas maquinales en sus rústicos talleres de soledad,
y los selenitas se miran y no se inmutan,
y se sientan junto un fuego azul a dormir.
La Lúnula y la tranquilidad ,
y los selenitas recostados dando la cara al suelo.

De repente un destello escuchan sobre sus pálidos rostros
,estruendoso pero excitante,
y se levantan y lo miran y sonríen.
Retozones los selenitas saltan, fue la aurora, y la vieron, la aurora, cubriendo la Lúnula de punta a punta,
una aurora escarlata.
Mientras, sale apresurado su señor a su balcón con una gran mueca de felicidad ;
sus ojos llenos de colores de ímpetu y de hoguera,
sus labios empapados de deseo y apetito,
sus manos moviéndose intetando devorar un poco de ese cielo.

Sí, y hechizados en la aurora seguirán.
Sí, fue el estallido de un mundo de bombas,
de polución, hervido desde el corazón hasta la corteza;
el planeta azulón poseso de codicia decidió maravillarlos.

Docenas de góndolas arriban
en su punta silenciosa.
Y furtivos cargamos cañones,
preparamos el ataque,
y sólo pensamos:


¡Calla! para que no oigan,
no vean,
para que los selenitas se sienten a llorar
mirando el espacio infinito.

¡Calla! no hables
para que se enamoren
de nuestro mundo, para que no dibujen castillos
en las estrellas.

¡Calla! para que no rían
de las vidas mundanas,
para que sientan el temor misterioso
de los mares siderales.

¡Calla y sonríe!
robaremos sus tesoros de piedras lunulares
y de hermosa seda espacial,
ya no despertarán.

6 de junio de 2010

La noche perfecta.

Ahí va, en el bus de medianoche, recostando la cabeza sobre el vidrio, empañando la velocidad y las luces de los postes mal puestos. Algo le dice que ésta va a ser la noche perfecta.Espabila un poco, lo que hay a través de la ventana ,unos cuatro putíbulos llenos de panaderos y unas cuatro panaderías llenas de putas, lo usual , ya llegamos.

Esta noche la calle está más fría que de costumbre, y sólo cuenta los pasos para llegar al cuarto que tiene alquilado al fondo de la barriada. Los cables de luz de zapatos viejos y de cometas de niños tontos, la acera de dientes de león y de pastos que crecen en las grietas; sin embargo, hoy la calle es diferente, hay una ligera neblina y un silencio fascinante sobre el asfalto. Ya no están esos malditos chatarreros con chaquetas de cuero bebiendo sus alcoholes de mierda, fumando sus pútridos cigarros, parándose sus ridículas crestas de goma.

Sus manos ansiosas buscan dentro de su gabán un cigarro. Sólo encuentra uno roto y un poco húmedo ;no importa, algo es algo. Lo saca ,lo prende y lo fuma. Éste le sabe a pólvora, le sabe a libertad, le sabe a lugares distantes que nunca ha visitado. Sí, esta noche es perfecta, definitivamente. Se le dibuja una sonrisa en el rostro y sigue caminando.

Se acerca a la casucha donde está su cuarto, siempre oscura, con las baldosas rotas y las paredes rasgadas ; pero , para mejor, hoy no rechina la silla en la que se mece la vieja. Sí, una vieja asquerosa, ésa que le lanza piropos a su culo apenas sale en las mañanas, esa vieja a la que le gusta el jazz y la mierda - a quien le huele la boca así es porque le debe de gustar comer mierda-. Sí, hoy esa bigotuda se fue a dormir temprano o, tal vez, uno de los huéspedes aceptó ir a la cama a pagarle el arriendo, seguro.

Sube la escalera con pasos imponentes, abre la puerta de su cuarto y se lanza a la cama.

En una de las volteretas de su sueño se topa con un bulto maloliente. El bulto tenía una mano, un brazo , una pierna, unos ojos, ¡un bigote!. Se para asustado a prender la luz. Las sábanas impregnadas de sangre seca, la vieja con la garganta cortada y el pelo alborotado, las chaquetas de cuero molidas y cuatro chatarreros con las caras pálidas como las de un muerto... ah, sí, estaban muertos.

-Claro, a todos estos hijueputas los masacré ayer, no me acordaba- se dice. Apaga la luz y se echa a seguir durmiendo.

La noche perfecta, como las demás noches de su vida.

Desahogos

Qué más que un puñado de ideas rotas en el aire.

Hubo tiempos en los que las mujeres caían rendidas a los pies de un poeta. En que el harén estaba lleno de odaliscas frescas en un lienzo. También tiempos en que la carne era tan repulsiva y agradable, que el olor tostado entraba como las visceras esparcidas en la cara. Hubo tiempos felices mejores y más mojados. Llenos de Claro de Luna o de viajes interespaciales. Hubo tiempos en que yo estaba vivo y podía creer en muchas cosas, cosas hermosas o que me produjeran un temor horripilante.

Qué más que un puñado de ideas rotas en el aire y yo vacío tirado en el fondo de la habitación.

No más de esto y muchas cosas. Me levanto y miro de noche la nada envuelta en electricidad. Ventanas y más ventanas. En cada ventana hay una historia y muchas viejas calladas tejiendo abrigos y muchos saciados durmiendo lo que no han dormido en muchas noches. En cada ventana hay una historia y yo las tomo como mías, mejor que contar los minutos o las vidas de los otros. Mucho mejor, porque en cada ventana hay una historia apasionante, ahogada.

Primer desahogo.

Fotos el día de mis cenizas el día del viento inclemente arrojándome triste y qué triste
lloriqueaban solos mis pensamientos y yo enterrado enterrado para siempre
en mi abismo yo tirado y los perros lamiendo las rocas
cuándo yo nunca nada conceptos rocas sueltos deriva mar
música y sin mí o sin ti sin frío
y horroroso calor en las venas tragedias días
no pasarán jamás
mundo de días espantosos
mundo de colores espantosos
huecos colores
a todo que en paz descanse
nadie yo nunca
por qué
miles de preguntas lacrimosas
en medio de camas
sábanas destendidas
y mi dolor permanente
nadie
nadie conmueve músicas
de nadie nadie lo comprende
por qué
por qué
y yo sigo gritando por qué
por qué sin cadáveres que acompañar
a dormir dormir para siempre
siempre nunca
adiós
adiós mundo de colores espantosos
una bocina en medio de la avenida
mi cuerpo como la punta de una puntilla

Lo escuchaba gritar toda la noche.

Segundo desahogo:Equivocado.

Y no. Solamente nada, así quedó: paralizado.

Después de esa noche, en que por fin podía hacer lo que quería, vio la sonrisa de Alicia. Sus labios secos , pacíficos y el pintalabios ya desaparecido. Como si venganza fuera (o venganza fue), una sonrisa desvergonzada hacía resplandecer su rostro.

Y él repetía constantemente "ella murió llorando". Dio cuenta de su equivocación; no lloró, ni la muerte la hizo parecer débil.

Tercer desahogo:El color de las berenjenas.

Sabrán del hermoso color de las berenjenas; pues hoy él se ha enamorado de él... hoy él es él, él, tan libre como para enamorarse del color de las berenjenas.

Y es tan libre que cantará a la noche -la noche rojiza- su amor, dando vueltas, cayéndose con una botella en la mano... ¡impresiones nuevas que no pasarán efímeras ,desapercibidas!.

Cierra entonces los ojos y ve en sí el color -el color de las berenjenas- tan intenso y abisal que sentirá una intriga apasionante y provocadora atravesar las fronteras de su pudor y llegar hasta los rincones más inhóspitos de su cuerpo.

Sabrá él del hermoso color de las berenjenas, y se desplomará sobre el andén, frente a los ojos asqueados, feliz y embriagado en su soledad.

Cuarto desahogo:Consideraciones.

Ahora maneras crueles despiadadas las que tiene la ciudad de no vestir cándido el ocaso.

Y él, instantes mismos, instantes mortificadores, diapasones sonidos incesantes. Será la noche la que extinga el cielo ardiente horroroso, pero no, es muy tarde para eso.

Piensa... ¡no dejes de pensar!, fíjate en las baldosas, rojas pasionales estarán mejor se verán únicas. No no, a la gente no le gustará, les parecerá repulsivo; ¡¿Sí?!¡NO!.

Ostentosos edificios opacan la montaña, una montaña misteriosa llamativa, verdosa de árboles, grisácea de industria y en medio iridiscente la miseria. Líneas de luces simultáneas arropan la avenida; querrás saltar a ella a esquivar los motores raudos vigorosos, o simplemente no.

Entonces recuerdas vasto vacío el armario, allí furtiva tu sangre. No verán tu cara inexpresiva tus ojos extraviados tu vida destrozada.

Nadie lo sabrá, y eso es lo importante.

Quinto desahogo:La última bocanada de humo.

En mis manos una caja de cigarros, no mentolados, pues me parecen asquerosos. Tomo el encendedor negro, aquél que encontré un día caminando por el parque al lado del conjunto residencial.

Y sentado en la acera, recordando el pasar del tiempo, recordando los reflejos en el charco de las luces al pasar los coches.
Sentado, rompiendo la caja de cartón, tirando los pedazos al agua, sintiendo que se desvanecían como palabras que intenté, pero nunca dije.

Mis labios no alcanzan a sentir el ardor que hay en el otro extremo del cigarro, pero mi mano sí lo siente, al caer una ceniza sobre ella, simultáneamente sentía caer sobre mí la verdad, que abre los ojos y a la vez duele, que me he quedado solo esta noche. Que nadie en esa fría noche iba a estar preocupado por mí, ni por mis pulmones ni por mi mano quemada.

La última bocanada de humo, seguido del ruido del fuego al caer al agua.

Sexto desahogo:El reflejo roto.

Se da cuenta de la grotesca verdad al mirar el espejo. Las bellas mentiras se desvanecen por su reflejo, y nada más puede hacer; su repugnancia es tanta que sólo puede callar.

Puede ver ahora las lágrimas cayendo suavemente en su ropa de bufón. No podrá soñar nuevamente, la realidad ante sus ojos lo impedía.

Y tomó la silla de la que se para antes del espectáculo ,con toda fuerza y con todo valor, con sus manos secas y con su mirada húmeda, y la lanzó al espejo dando un grito desgarrador. Los pedazos de vidrio caían en todo el lugar, al mismo tiempo que él caía con una sonrisa en su rostro ensangrentado.

-¡El deforme está que se muere, señor Pérez!- gritó la contorsionista- !Qué asco! esa cosa está toda llena de sangre.

-Última vez que ese malparido me arruina las vainas ,¡no entiendo para qué le pusieron ese puto espejo en el cuarto!- exclamó el señor caminando de un lado a otro .

-¿Dónde lo ponemos?- preguntó la mujer agarrando el cuerpo como podía.

-¿Dónde más?, pues en la tarima, a ver si lo aplauden- dijo poniéndose su sombrero de copa y limpiándose el traje, para salir del camerino como si nada hubiese pasado.

Séptimo desahogo: Francotirador.

Tiene la mirada fija en el cielo; todavía está sentado en ese elegante balcón, tal vez, con un pensamiento incorruptible, como pensando en un sueño incompleto o en una sensación nueva.

Sólo pensar que a él, tal vez,también le haya gustado pisar las hojas secas en la calle, para escuchar ese tentador sonido, me forma un vacío en el vientre. No es compasión, es semejanza.

Mientras yo me sigo remordiendo, él sigue tan quieto, solo, acariciando una rosa de tela que tiene sobre las piernas. Como si fuera independiente a su destino, como si su vida fuera la paz que en este momento demuestra, ahora, sólo puedo observarlo y esperar la orden de dispararle.