30 de septiembre de 2010

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Supo entonces que no vería más. El suave olor húmedo del suelo callado era lo único que podía advertir.

Cuatrocientas mil ochocientas baldosas subterráneas suenan al paso de quinientos mil trescientos cuatro pies despavoridos en la segunda estación sur. Los grises altoparlantes estallan en los números y las horas, zumban sus estruendos lejanos los neones y sus pálidos reflejos se hunden en el sucio azulado de las paredes quebradas.

1 comentario:

  1. Me hizo sentir un estremecimiento asfixiante. Me imaginé estallando en medio de la muchedumbre, en medio de Carlos, Paula, Rosa, Ramiro, Sandra, Luis, Gerardo, Beatriz, Gabriel, Fernando, Hilda, Natalia, Marcela y Tatiana.

    Ningunx se imagina que no me llamo Elfoquemira.

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