6 de junio de 2010

La noche perfecta.

Ahí va, en el bus de medianoche, recostando la cabeza sobre el vidrio, empañando la velocidad y las luces de los postes mal puestos. Algo le dice que ésta va a ser la noche perfecta.Espabila un poco, lo que hay a través de la ventana ,unos cuatro putíbulos llenos de panaderos y unas cuatro panaderías llenas de putas, lo usual , ya llegamos.

Esta noche la calle está más fría que de costumbre, y sólo cuenta los pasos para llegar al cuarto que tiene alquilado al fondo de la barriada. Los cables de luz de zapatos viejos y de cometas de niños tontos, la acera de dientes de león y de pastos que crecen en las grietas; sin embargo, hoy la calle es diferente, hay una ligera neblina y un silencio fascinante sobre el asfalto. Ya no están esos malditos chatarreros con chaquetas de cuero bebiendo sus alcoholes de mierda, fumando sus pútridos cigarros, parándose sus ridículas crestas de goma.

Sus manos ansiosas buscan dentro de su gabán un cigarro. Sólo encuentra uno roto y un poco húmedo ;no importa, algo es algo. Lo saca ,lo prende y lo fuma. Éste le sabe a pólvora, le sabe a libertad, le sabe a lugares distantes que nunca ha visitado. Sí, esta noche es perfecta, definitivamente. Se le dibuja una sonrisa en el rostro y sigue caminando.

Se acerca a la casucha donde está su cuarto, siempre oscura, con las baldosas rotas y las paredes rasgadas ; pero , para mejor, hoy no rechina la silla en la que se mece la vieja. Sí, una vieja asquerosa, ésa que le lanza piropos a su culo apenas sale en las mañanas, esa vieja a la que le gusta el jazz y la mierda - a quien le huele la boca así es porque le debe de gustar comer mierda-. Sí, hoy esa bigotuda se fue a dormir temprano o, tal vez, uno de los huéspedes aceptó ir a la cama a pagarle el arriendo, seguro.

Sube la escalera con pasos imponentes, abre la puerta de su cuarto y se lanza a la cama.

En una de las volteretas de su sueño se topa con un bulto maloliente. El bulto tenía una mano, un brazo , una pierna, unos ojos, ¡un bigote!. Se para asustado a prender la luz. Las sábanas impregnadas de sangre seca, la vieja con la garganta cortada y el pelo alborotado, las chaquetas de cuero molidas y cuatro chatarreros con las caras pálidas como las de un muerto... ah, sí, estaban muertos.

-Claro, a todos estos hijueputas los masacré ayer, no me acordaba- se dice. Apaga la luz y se echa a seguir durmiendo.

La noche perfecta, como las demás noches de su vida.

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