18 de julio de 2010

Dos puntos paréntesis de cierre.



Le gustaba fingir estar vivo. Por un diminuto hueco en el suelo, recostado sobre la tierra húmeda y pastosa, miraba maravillado las estrellas. Le gustaba imaginar que, por un instante, tenía los labios descosidos y sus ojos envueltos de brillo brillante, como hermosos son los azules estelares que lo fascinaban al contemplar. Pero, a pesar de deleitarse
por un diminuto hueco en el cielo,allí yacía, inerte, tan muerto como lo debía estar.

Ya no lo recordaba. No sabía si murió de cáncer pancreático, de angustia o, simplemente, de risa. No lo sabía ni le interesaba saberlo, sólo le intrigaba el recordar lo que habría sido estar vivo una vez. Y allí, como los desagradables insectos que desgarraban lo que le quedaba de piel, recorrían estos extraños pensamientos su cabeza sepultada. Y estremecía sus entrañas vacías con el latir de un corazón inexistente, pero que, sin embargo, estaba allí, desafiando los intensos silencios sepulcrales.

Era feliz.

Sonreía y volvía a morir.




2 comentarios:

  1. "Yo soy como el ave cisne, que canta cuando se muere -dijo Talita"
    J.C

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  2. Morir en ese estado es un logro, creo yo.
    No todos logran satisfacción de yacer mirando el cielo, muchos sólo fingen tener los párpados abajo mientras tararean la Marcha Fúnebre de Chopin.

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